Pues sí, quisiera que no existiera la necesidad de crear un día para recordar que somos mujeres y que trabajamos, pero no es así. Seguimos necesitando hacer ruido para que no se nos ponga en segundo lugar o en ninguno.
Me preocupa además, seguir escuchando a muchas mujeres profesionales decir «no me he sentido discriminada» o «es que ellas no vienen a tal reunión» o «creo que no es para tanto». Esto nos indica que no somos conscientes de lo que significa la discriminación y además que nos falta una gran dosis de solidaridad con aquellas mujeres que no han tenido la misma suerte que muchas de nosotras.
Como un pequeño ejemplo de discriminación les contaré una anécdota muy reciente:
Apenas hace un par de días estaba escuchando a un importante empresario español, de estos que sale en las listas de éxito y que nos indica sin pudor que el ultimo mes tuvo 100.000 euros de ganancias. Este importante personaje tuvo dos desgraciados comentarios a mi entender. El primero «puede que tengas que enseñar el escote para poder emprender» y el segundo «te tendrás que buscar un marido rico».
Esta persona imagino tendrá en su plantilla una aplastante mayoría masculina y supongo que cuando ve a una mujer profesional lo primero que le ve es el escote. En fin, que creo que este día seguirá siendo nuestro día por mucho tiempo y está claro que toda mujer debe defender el feminismo porl el simple hecho de ser mujer, porque nuestro género debe ser tan respetado como el masculino y porque como mujeres demostramos nuestra capacidad a diario.
Como dice mi amiga Patricia Araque, nos tenemos que poner las gafas moradas para darnos cuenta que la única forma de que el Día de la Mujer Trabajadora desaparezca, será el día en que verdaderamente tengamos el «PODER» y seamos «INFLUYENTES» de la misma forma al igual que lo son los hombres. Tenemos que terminar con la falsa modestia y creer en nosotras mismas y en lo que hacemos.
Felicidades a todas en este y todos los días. ¡Ánimo y fuerza!.
no las vemos pero las sentimos
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Totalmente de acuerdo Ainhoa y ahí está mi pesar, en el hecho de que existen continuas discriminaciones que no «vemos». Por eso es necesario que las digamos y que luchemos por tener nuestro lugar, que como dice Alicia, no tiene nada que ver con ser iguales que el hombre, sino con tener sus mismos derechos y lugar en la sociedad.
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Me acuerdo muchas veces de ese término tan bien acuñado del «techo de cristal», ese techo que es invisible pero que percibimos en forma de presión social y laboral implícita en muchos casos y muy explícita aún en muchos otros.
El parque donde jugamos con los niños es otro de esos espacios de presión que te hacen sentir mala madre si no estás todas las tardes, o esas reuniones escolares en las que la maestra nos dice que deberíamos pasar más tiempo con el niño pero no se lo dicen al padre.
Son formas sutiles de construcción de ese techo que hace que siga trabajando casi siempre rodeada de hombres. Estas cosas no cambian por sí solas.
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