Ni mejor ni peor, sólo yo

En una de las típicas conversaciones que se suelen tener cuando termina un evento y te quedas en el mismo hotel, comenzamos a debatir sobre algo que en sí mismo es ya un estereotipo.
Josep Lluìs de Infonomía, dice en algún momento (con la intención de ser asertivo) «las mujeres sois mejores». Importante aclarar que éramos cuatro personas conversando: tres hombres y una mujer. Para su sorpresa, mi discurso no apoyó su tesis y esto fue el comienzo de un debate irresoluble que pasaba fácilmente de las experiencas personales a las (dudosas) encuenstas sobre las capacidades de cada género.
Joseph, Amalio A. Rey y Pericles trataban de convencerme de la superioridad femenina y de lo sacrificada que ha sido nuestra existencia y mientras esto pasaba yo recordaba a Xumo cuando decía: «No me den arroz, monten empresas en África».
Yo, Carmen Martín, quiero ser persona y no quiero que me discriminen por ser mujer pero tampoco quiero que me digan que soy mejor simplemente por serlo.
Cuando esto pasa, se está cerrando la puerta que me traslada al reconocimiento de mis capacidades por ser yo y mi inteligencia lo que me diferencia y lo que a la vez me iguala a otras personas a las que identifico por lo que dicen y no por lo que veo genéricamente hablando.
Como mujer he descubierto que la discriminación no solo existe en los que nos consideran inferiores sino también en los que nos consideran superiores.
Creo que por mucha estadística que se haga, las personas somos individuales y por tanto no medibles o catalogables en escalas masivas.
Yo, Carmen Martín soy una pieza única que quiero ser considerada por sus palabras y sus acciones y no por pertenecer a un género.
Yo, Carmen Martín no soy ni inferior ni superior, sólo soy YO.

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